Trafalgar de Galdós: análisis y comentario
Rafael Del MORAL | 13 septembre 2009TRAFALGAR DE GALDÓS: ANÁLISIS Y COMENTARIO
Enlace para el Power Point: http://www.youtube.com/watch?v=_WOEG9yapQI
TRAFALGAR de Benito Pérez Galdós
Edición de Rafael del Moral
1. Benito Pérez Galdós: perfil biográfico.
El autor de Trafalgar es un hombre alto, robusto y algo desgarbado nacido en Las Palmas (Islas Canarias) el 10 de mayo de 1843. Inicia sus publicaciones como novelista a la temprana edad de veintisiete años y la prolonga hasta los setenta y dos, cinco antes de morir en 1920.
Pocos autores españoles o universales han escrito tanto y con tanta calidad, aunque una labor de semejante amplitud pueda haber estimulado en ocasiones algunas voces críticas. Si cuarenta y tantos años de producción literaria parecen muchos, la cantidad de obras (más de sesenta, algunas de ellas muy extensas) achica el tiempo hasta límites incomparables con cualquier otra vida literaria.
Era Benito Pérez Galdós un hombre de carácter tímido y algo retraído, interesado por los hechos pasados y presentes, y también por la gente, por aquello que se aloja en lo más profundamente humano. Asiduo de tertulias literarias, aunque sobre todo para escuchar y observar, prefiere la conversación informal. Con su débil voz, teñida de un suave acento canario, pregunta, obtiene datos, los analiza, los interpreta y los lleva a sus novelas. Todas las personas le interesan, desde el informador que le sirvió para recrear las vivencias de Trafalgar, superviviente de la batalla (grumete en el navío Santísima Trinidad), hasta la propia Isabel II con quien se entrevistó en París en 1902 y que le dijo con voz de reina exiliada: “Te contaré muchas cosas, unas para que las escribas, otras para que las sepas.”
El escritor se muestra interesado por todo aquello que le permite sentir la vida: aficionado al dibujo, a la pintura, a la música, a la poesía y al teatro, dibujó, pintó, interpretó y escribió poesía y dramas. Gran viajero (Francia, Inglaterra, Holanda, Alemania, Italia y los rincones de España para consultar documentos en los archivos), amigo de bibliotecas, y sobre todo novelista: toda su vida está dedicada a un trabajo continuo e infatigable para crear historias y personajes, ambientes y escenarios en busca de la identidad del hombre. Su patrimonio es el rigor en el trabajo y un excepcional poder de concentración mental. Hombre de costumbres sobrias, llano y modesto, torpe para mostrarse en público, habitualmente vestido con “desaliñada sencillez” (en palabras de Gregorio Marañón), evitaba hablar de sí mismo y sus obras. Quienes lo conocieron destacaban su exagerada modestia. Sentía Galdós, desde su desarrollado afecto, un gran respeto por la amistad y se entregaba fácilmente a la pasión amorosa.
Aunque hoy sus novelas nos parecen fundamentales, no fueron en su época lo más aplaudido. Mucha más popularidad alcanzó en el estreno de sus obras de teatro, y sobre todo por los Episodios nacionales, repetidas veces editados para satisfacer la exigencias de los lectores.
Su pensamiento político se instala en el liberalismo. Defiende a la república y a partir de 1910 se siente próximo al socialismo y le atrae la figura de Pablo Iglesias. Su pensamiento religioso fue rechazado por sectores arraigadamente católicos y reaccionarios. El rechazo se agudizó cuando el 30 de enero de 1901estrenó Electra, obra anticlerical que exaltó tanto a la opinión pública que provocó la caída del gobierno conservador y dio paso al partido liberal de Sagasta. El ambiente familiar arraigado en los principios tradicionales religiosos le sirvió para aceptar algunos aspectos positivos del catolicismo, sin renunciar a la denuncia de los excesos y de actitudes reprobables como las que aparecen en algunas de sus novelas (La familia de Leon Roch, o Doña Perfecta...). Según escribe en un estudio Francisco Ruiz Ramón: “Porque Galdós conocía cómo debe ser el sacerdote, pudo mostrar cómo no debía ser y sin embargo era.” Su mirada amplia ante el mundo, su aguda crítica a las personas y su pensamiento no le impidieron mantener siempre una actitud tolerante.
Debió oír de su padre, Teniente coronel excombatiente de la guerra de la Independencia, relatos de los lances bélicos vividos, y aquélla quizá fue la primera influencia en su labor de historiador. La familia decide que estudie Derecho, pero la Universidad de La Laguna está cerrada y se traslada a Madrid, con diecinueve años, el 30 de septiembre de 1862. Aquí descubre la agitación política, las críticas contra la monarquía, la aristocracia y la iglesia, y poco más tarde vive la revolución de 1868, y admira su eficacia para el cambio político y social. Más indiferente se mostró, sin embargo, con sus estudios universitarios, por los cuales parece haber pasado sólo para cumplir las exigencias familiares.
Se inicia en el periodismo en 1865, en el diario La Nación. En estos años juveniles lleva, en palabras de Joaquín Casalduero, una vida “dispersa y desordenada”.
En 1870 publica su primera novela, La fontana de oro, mezcla de historia y ficción ambientada en el reinado de Fernando VII y precedente de los Episodios nacionales. Entre 1870 y 1872 investiga en bibliotecas, se informa, viaja y concibe el plan de esta monumental obra histórica. En verano de 1872 inicia la redacción. Entre 1873 y 1875 escribe la primera serie. Apenas terminada, inicia la segunda, pero su trabajo resulta más lento porque intercala la publicación de otras novelas. No dejará de trabajar en este proyecto hasta 1912.
En los años 1880 intensifica el trabajo redactando novela tras novela sin descanso. Se descubre en sus obras un compromiso con la realidad del pueblo español sin menosprecio a ninguno de los ambientes: denuncia la intolerancia (Doña Perfecta, Gloria…), critica el determinismo de las circunstancias históricas y ambientales (La desheredada, La de Bringas…) y dibuja los sentimientos humanos en la vida cotidiana de la ciudad (Fortunata y Jacinta, Misericordia…).
Participó en dos instituciones públicas: en las Cortes (en 1886 fue elegido diputado por el partido de Sagasta), y en la Real Academia Española (toma posesión como miembro en 1897).
A partir de 1896 se vio forzado a pleitear con sus editores para paliar la mala gestión de sus publicaciones.
Sus años de vida en el siglo XX están marcados por la adversidad. Primero se ve aquejado por un progresivo debilitamiento de la vista, y en 1913 queda totalmente ciego. Dos veces se intentó proponerlo como premio Nobel, en 1905 y en 1912, pero la Academia y algunos sectores reaccionarios del país no aprueban su candidatura. Muy escaso de recursos, se ve acosado por sus enemigos, ideológicos en su mayoría. Se agravan sus dificultades económicas.
Aquejado por sus enfermedades, renuncia a la vida pública. Muere en Madrid el 4 de enero del mencionado 1920.
2. La Primera serie de los Episodios nacionales.
Los diez episodios de la primera serie pueden considerarse, además de obras independientes, una sola novela hilada, de principio a fin. El vínculo es la evolución del protagonista Gabriel a la vez que la historia de España. Este modo de hacer también lo experimenta Galdós en otras obras como la serie de Las novelas de Torquemada, donde cada uno de los cuatro títulos, en particular el primero, tienen su independencia. Y también en la autonomía de cada una de las cuatro partes de Fortunata y Jacinta.
La gran novela de la Primera serie de los Episodios nacionales está formada por los siguientes títulos y asuntos:
Título | Hecho histórico |
1.Trafalgar | Batalla naval que enfrenta a españoles y franceses contra ingleses. |
2.La corte de Carlos IV | Ambiente madrileño de principios del siglo XIX, anclado en lo tradicional, que se prepara para algunos cambios. |
3.El diecinueve de 19 de marzo y el 2 de mayo | Motín de Aranjuez contra Godoy y levantamiento popular contra los franceses. |
4.Bailén | Primera victoria contra los franceses. |
5.Napoleón en Chamartín | Fracaso de la defensa de Madrid contra las tropas dirigidas personalmente por Napoleón. |
6.Zaragoza | Asedio de Zaragoza y victoria de los franceses. |
7.Gerona | Asedio y conquista de Gerona por los franceses. |
8.Cádiz | Asamblea de parlamentarios que redactó la famosa Constitución de Cádiz. Nuevos aires sociales. |
9.Juan Martín el Empecinado | Ambientes y medios de la lucha de guerrillas contra los franceses. |
10.La batalla de los Arapiles. | Victoria definitiva de los españoles y salida del país de los franceses. |
En el marco histórico el autor selecciona acontecimientos señalados y se sirve de los testigos de los hechos para recrear ambientes, rememorar batallas y encuadrar las intrigas políticas. Logra así construir una serie activa de guerras, de heroicidades, de voluntad y de optimismo. Galdós va ganando en coherencia en el segundo y tercer episodio, y convirtiendo su obra en un relato en el que la acción guarda una emocionante continuidad.
El mayor acierto, el más destacado logro, es ese ensamblaje entre la historia y la ficción, la habilidad para llevar al personaje protagonista por los escenarios históricos que marcaron la vida nacional. En el fondo de los motivos de la convulsión está el propio Napoleón, aquel hombre que tanto alteró con sus proyectos a la sociedad europea de su época. Así, de una batalla llevada entre aliados españoles y franceses, Trafalgar, que da inicio a un periodo, nos conduce a otra, que es la última, La batalla de Arapiles, donde los que allí eran coalición son ahora enemigos. La gran trama histórica se instala en esa trasformación que avanza desde la alianza hasta la guerra. Esa mutación no se produce por decisiones del poder monárquico establecido, sino por el pueblo. Precisamente ahí se instala la belleza de la Primera serie, en la gente, en las personas anónimas que son a su vez un sentir único; en la sutil visión de los cambios de conciencias; en esa capacidad narrativa para dejarnos ver cómo nacen los sentimientos populares. Para eso se pasa por un episodio, La corte de Carlos IV, que viene a dibujar el estado de la sociedad madrileña antes del levantamiento popular, y otro, El 19 de marzo y el 2 de mayo donde se descubre cómo el pueblo, indignado primero con sus gobernantes (motín de Aranjuez) y luego por su sentimiento de humillación frente a la arrogancia francesa (levantamiento popular), toma la iniciativa para oponerse al poder extranjero y provoca un grave desajuste social: los gobernantes siguen estando con Napoleón, pero los gobernados están contra él.
¿De qué recurso se sirve el autor para explicarlo? De la propia gente, de lo que se dice en la calle, en los corrillos, en las tertulias, del sentir de los comerciantes, de los personalismos en los intereses de los gobernantes vistos en su intimidad, y también de la espontaneidad de las opiniones. Por ese camino nos lleva a la primera batalla triunfal, la de Bailén, y luego a muchas derrotas como la de Madrid, deonde vence el Emperador en persona (Napoleón en Chamartín), las del cerco y derrota de dos ciudades (Zaragoza y Gerona), o la victoriosa (como siempre desde el pueblo) de Juan Martín el Empecinado, en la cual asistimos al duro y patriótico ambiente de las guerras de guerrillas, antes de llegar a la victoria última en La batalla de Arapiles. Un episodio especial, Cádiz, novela el nuevo horizonte, el renacer de la España renovada, la que el autor, según todos los indicios, hubiera querido. Los ambientes en que mueve Cádiz son paralelos y complementarios a los ya recreados en La corte de Carlos IV. Si allí aparecía una sociedad estancada, ahora, con las cortes constituyentes reunidas en la misma ciudad en la que leímos Trafalgar, Galdós lanza un grito de optimismo por los nuevos valores.
El personaje de ficción que une los hechos es Gabriel Araceli. Se parece en algunos aspectos, para contentar a muchos lectores, a aquellos héroes de las novelas románticas y aventureras que, tras superar una serie de difíciles pruebas, triunfan. Pero Galdós sabe darle un sesgo humano y personal que lo aleja de aquéllos. La parte argumental que a él se refiere, la parte de la ficción, deambula por estimulantes tramas, sin profundizar ni documentar. Y frente a él y junto a él se alza una figura femenina, la de Inés, una joven honesta, sencilla y fiel. La trama histórica se hila con las vicisitudes del héroe, un personaje que irá desarrollándose tanto en humanidad como en progreso social y militar. El argumento general se convierte así en un análisis del gran tema de la ascensión de la burguesía al poder. A esa intriga se añaden otras de sesgo igualmente humano.
Gabriel aparece niño en Trafalgar y asistimos a su itinerario de dificultades y logros hasta verlo elevado a una categoría que parecía no corresponderle por su origen. El siglo XIX solo permite dos caminos para el ascenso social, el del ejército o el de la iglesia. La huída de la pobreza por el camino de la institución eclesiástica la dejó descrita el contemporáneo Clarín en La Regenta, en el personaje de don Fermín de Pas. El acceso a través de la carrera militar queda explicado aquí en la autobiografía de Gabriel. La larga narración adquiere un tono uniforme del que tal vez sea Trafalgar el relato que se muestra más ajeno, pero luego vamos viendo un coherente universo de personajes que unas veces aparecen esporádicamente, aunque con cultivado perfil, y solo se sirve de ellos en uno de los episodios como el angustiado Nomdedeu en Gerona; o a veces en dos episodios, como el padre Celestino en La corte de Carlos IV y en El 19 de marzo y el dos de mayo; y otras veces sus personajes, como en una novela de corte único, aparecen y desaparecen para aparecer de nuevo.
Quiere el autor que Gabriel, para cumplir con las vivencias narrativas, sea testigo de todos estos hechos, y nada mejor que hacer del personaje un hombre de aquellos ejércitos. Pero también necesita ser testigo de las conciencias, de las voluntades, de los humanos sentimientos y deseos de los españoles tomados uno a uno, y ahí lo tenemos en su pequeña gran humanidad en busca de los compatriotas más distintos en orígenes, educación, instrucción, función social y empleos. Paje, o ayudante o criado en Trafalgar, es ya general en Arapiles.
Pero el protagonista no puede estar presente en todos los ambientes y los hechos, aunque sí en casi todos. En Cádiz, su ciudad natal, es observador de la primera batalla. Se desplaza a Madrid donde sigue con su oficio de criado y es testigo, en La corte de Carlos IV, de los ambientes humildes y de los cortesanos gracias a la amistad de su ama, una actriz de teatro, con la nobleza interesada en la comedia. De Madrid, también en busca de oficio, se traslada al sur para participar en la batalla de Bailén, y por los mismos motivos vuelve a Madrid para estar presente en la llegada de las tropas napoleónicas. Allí es hecho prisionero pero consigue escapar, como sabremos en el episodio posterior, para participar en la defensa de Zaragoza. Pero concluida ésta no viaja a Gerona, sino a Cádiz de nuevo.
Luego Gabriel se integra en una de las partidas de la lucha de guerrillas antes de encontrárnoslo, con todos los honores, en el último episodio. Solo Gerona ha quedado sin su presencia, pero de eso nos va a dar cuenta otro personaje, Andresillo Marijuán, quien, a su vez, ha relatado los hechos a Gabriel, y éste solo ha cuidado la adaptación del lenguaje. Nos hallamos, pues, con un entramado de historia y ficción perfectamente ajustado a las expectativas del lector y sin eludir el mensaje del autor: el puesto que la sociedad le reserva a las personas ha de ser el que se merecen por su esfuerzo, y no el que les viene asignado por su linaje.
3. Análisis de Trafalgar: Historia y ficción
La historia
Datos sinópticos de la batalla de Trafalgar
Octubre de 1805
ESPAÑA FRANCIA |
INGLATERRA |
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GOBERNANTES |
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Carlos IV
(Manuel Godoy) |
Napoleón | Jorge III |
TENDENCIAS POLÍTICAS |
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Oposición a las ideas revolucionarias francesas (cerró las fronteras). | Recuperación y atenuación de las ideas revolucionarias. | Liberalismo. |
ESPAÑA FRANCIA |
INGLATERRA |
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ANTECEDENTES |
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Países aliados durante el siglo XVIII, pero enfrentados en dos años de guerra entre 1793-95. Francia está interesada en firmar la paz y aliarse con España para vencer a Inglaterra; y en 1800 logra una sumisión completa de España a la política de Napoleón mediante el segundo tratado de San Ildefonso. | Interesada en las posesiones españolas en América, hostiga y ataca a los barcos españoles que allí se dirigen. | |
ESTATEGIAS GENERALES |
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Luchas internas que ciegan a los gobernantes. Ceden ante Napoleón. | Sutil uso diplomático para atraerse a la monarquía española y al primer ministro Godoy. | Habilidad política y naval. |
ESPAÑA FRANCIA |
INGLATERRA |
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FINALIDAD |
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No tiene fines definidos, sino intereses individuales según los partidarios de unas y otras tendencias. | Napoleón quiere desembarcar en Inglaterra con su poderoso ejército, pero necesita alejar del Canal de la Mancha a la armada británica. | Defenderse de la expansión napoleónica. |
JEFES DE LAS ESCUADRAS DE TRAFALGAR |
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Churruca
Gravina Alcalá Galiano |
Pierre Charles Villeneuve | Horatio Nelson
Cuthbert Collingwood |
ESPAÑA FRANCIA |
INGLATERRA |
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COMPOSICIÓN DE LAS ESCUADRAS |
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15 navíos | 18 navíos
5 fragatas 2 bergantines |
27 navíos
4 fragatas 2 barcos más pequeños |
BUQUES INSIGNIA |
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Príncipe de Asturias (Gravina) | Bucentaure
(Villeneuve) |
Victory
(Nelson) Royal Sovereign (Collingwood) |
CAÑONES |
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2.600 |
2.200 |
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HOMBRES |
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29.000 (17.000 franceses y 12.000 españoles) |
17.000 |
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ESPAÑA FRANCIA |
INGLATERRA |
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ESTRATEGIAS GENERALES |
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Napoleón envía en mayo de 1805 una escuadra franco-española al mando de Villeneuve a la isla centroamericana de La Martinica para atraer a la escuadra inglesa, y facilitar el desembarco de su ejército en Gran Bretaña. | Nelson sigue con su escuadra a Villeneuve, pero buena parte de la armada permanece en el Canal de la Mancha. | |
Villeneuve vuelve a Europa, pero sus navíos topan el 22 de julio con una escuadra inglesa al mando de sir Robert Calder. Deja la mayor parte de la lucha a los barcos de Gravina. | Capturan en el enfrentamiento con Villeneuve a los navíos españoles. | |
Temerosos de los ingleses, no se dirigen al Canal de la Mancha y refugian su flota en Cádiz. Llegan el 29 de agosto. Napoleón desdeña la falta de valor de Villeneuve y cancela su plan de invadir Inglaterra. | ||
Napoleón reagrupa sus tropas sobre el frente de Austria y manda a Villeneuve que zarpe con sus barcos a Nápoles para apoyar a las tropas francesas. El 17 de septiembre sigue la flota anclada en puerto. Napoleón destituye a Villeneuve. | Nelson está a unas 50 millas de Cádiz. | |
ESPAÑA FRANCIA |
INGLATERRA |
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CALIDAD DE LOS BARCOS |
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Navíos lentos necesitados de reparaciones. | Navíos bien dotados. | |
MARINOS |
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Reclutamiento forzado (vagabundos, presidiarios…) Escasa experiencia. | La sangría revolucionaria había acabado con los mejores. Los anclados en Cádiz están faltos de práctica después de dos meses en puerto. Los ingleses habían capturado gran número de ellos en las batallas anteriores. | Experimentados. Disparan tres veces más rápido y apuntan mejor. |
ESPAÑA FRANCIA |
INGLATERRA |
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LA DECISIÓN |
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Villeneuve es contrario a salir de puerto, como ha pedido Napoleón, pero cuando se entera de su sustitución se hace a la mar antes de la llegada de su sucesor, con la esperanza de llegar a Italia sin toparse con los ingleses. El 19 de octubre zarpa la tropa combinada. | A Nelson le favorece combatir, y busca el enfrentamiento. | |
Un día después, a las seis de la tarde, los aliados franco-españoles descubren que son perseguidos por 18 buques británicos. No se puede eludir el combate. | ||
A las once de la noche la escuadra está en posición de batalla en una hilera de más de 12 kilómetros. | ||
A las doce del medio día siguiente, 21 de octubre, se inicia el combate. |
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Termina a las cinco y media de la tarde. |
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ESPAÑA FRANCIA |
INGLATERRA |
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LA ESTRATEGIA DE LA ACCIÓN DE LA BATALLA |
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Disparos de cañones con los laterales enfrentados hasta destruir al barco por entero y apresar a sus tripulantes en el asalto. | Avanzar en perpendicular, en dos columnas, para romper la línea de batalla. | |
Apuntan, según la vieja costumbre, a los palos y las velas. El desgaste del enemigo es menor en vidas. | Apuntan al casco de los buques. El daño humano en el enemigo es mayor. | |
Movimientos torpes, rígidos y centralizados en el mando, el de Villeneuve, que no tenía planeada la estrategia. Su orden de virar en redondo resulta, por la dirección del viento, favorable a los ingleses. | Nelson, confiando en los suyos, da libertad de decisión a cada uno de los navíos. | |
El Santa Ana y el Fougueux, de la escuadra franco-española, destrozan al Royal Sovereign, pero los navíos ingleses que vienen tas él atacan con éxito, uno a uno, a los aliados. El combate se fracciona en acciones individuales. | El Royal Sovereingn se infiltra y parte en dos la línea de los aliados. | |
El Santísima Trinidad y el Bucentaure, de la escuadra franco-española, atacan al Victory infiltrado, pero los barcos ingleses que lo secundan logran cercar a los franco-españoles. | El Victory se infiltra con la misma intención, seccionar la línea de batalla. | |
Los navíos de la vanguardia siguen rumbo al norte y se alejan del combate incapaces de atender las órdenes para incorporarse a la lucha. | ||
Ilustración del desarrollo de la batalla
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ESPAÑA FRANCIA |
INGLATERRA |
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BALANCE |
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No capturan ni un solo barco inglés. | Capturan 18 buques y hacen unos 8.000 prisioneros. | |
Pierden 10 navíos | Pierden 13 navíos | Algunos destrozos. |
Muere Churruca, Gravina y Alcalá Galiano | Villeneuve se salva | Muere Nelson |
1.038 muertos | 3.370 muertos | 448 muertos |
1.385 heridos | 1.160 heridos | 1.241 heridos |
La noche del 21 de octubre se inició un temporal que duró casi una semana. Algunos barcos fueron empujados hacia las playas. Los gaditanos se ocuparon de los náufragos británicos con los mismos cuidados que dedicaron a franceses y españoles. |
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ESPAÑA FRANCIA |
INGLATERRA |
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CONSECUENCIAS |
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Decadencia de la flota, tan importante en el siglo XVIII para el comercio con América. | Renuncia al proyecto de invadir Inglaterra. | Consolidación de su poderío naval. |
La ficción
La estructura argumental
Trafalgar no tiene un argumento de corte clásico. El lector conoce desde el principio el desenlace, la derrota. ¿Dónde colocar la intriga? La narración se refugia en el tono intimista. El texto son las memorias de un anciano que recuerda su vida, lo que vio, al lado de quién estuvo, cómo llegó a estar allí, sus emociones, y las razones e inquietudes de las personas que acompañó. Algo parecido a “contar una batallita.” Pero el relato va mucho más allá. Hasta el capítulo IX, en una primera parte, Galdós crea un ambiente: un lugar, unos personajes cargados de rasgos humanos, les atribuye pensamientos y unos anhelos y solo después aborda la batalla a partir del capítulo X y hasta el final. Ha creado la emoción novelesca. Para el lector los personajes y su suerte, los que están en la batalla y los que no están, se alzan como protagonistas de la historia. Se ha duplicado el interés. ¿Cuáles son los elementos que entusiasman al lector? Sin duda los procedentes de las más íntimas emociones humanas, los que están en el corazón, herido o protegido, de los personajes.
Los lugares de acción
La acción se concentra en los alrededores terrestres y marítimos de la ciudad de Cádiz. Otros lugares citados como el cabo de San Vicente o el Rosellón no están presentes en la obra porque en ellos no se desarrolla ninguna acción, aunque se rememore. Gabriel sale de Vejer de la Frontera, localidad de don Alonso, de quien es criado, y ambos pasan por Conil de la Frontera y por Chiclana de la Frontera y llegan a Cádiz. Aquí se alojan en la casa de doña Flora, embarcan en el Santísima Trinidad y se dirigen, con la escuadra combinada, hacia el estrecho de Gibraltar. En el cabo de Trafalgar se cruzan con los ingleses y tiene lugar la batalla. Luego la tormenta les impide volver a puerto. Gabriel solo alcanzan la orilla, con el barco a la deriva, al norte de Sanlúcar de Barrameda, desde donde regresa a Cádiz pasando por Chipiona y Rota.
Mapa de España con un recuadro sobre Cádiz y sus alrededores terrestres y marítimos. Del mapa entregado, evitar las fechas, los pies de leyenda y las líneas del itinerario. |
Mapa de Cádiz y su bahía Del mapa entregado señalar con letra el lugar de la batalla y evitar el pie de leyenda. Evitar también la situación de la flota británica. |
Los personajes
Hay personajes históricos y personajes de ficción. Los primeros no son tratados con la misma profundidad de los imaginados. La impericia de Villeneuve, la debilidad de Carlos IV o el oportunismo de Godoy solo son datos al servicio de la historia real. Los novelescos sí son capaces de alzarse con fuerza narrativa. Alejados, por tanto, de los que existieron, la acción dibuja de manera algo indeterminada el perfil de Gabriel, al fin y al cabo un niño que ha de ser protagonista de toda la serie y que se muestra esencialmente como observador. Su contorno queda más claro por su actitud ante los demás que por la aportación de sus memorias, presentadas, en el fondo, como ininteresantes por su origen humilde (los protagonistas de las novelas históricas pertenecían a la sociedad acomodada).
He aquí los personajes más importantes:
FICCIÓN | FUNCIÓN | INSPIRACION Y EFECTO |
Gabriel Araceli |
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Narrador ajeno a los altos ideales y experiencia bélica de los participantes en la batalla. Criado de don Alonso y grumete en el navío. | Mirada objetiva, por la candidez del pensamiento de un niño. Crítica, por su origen humilde, exenta de condicionantes. Las guerras no son la solución, el valor patriótico o está vacío o entra en contradicción con el patriotismo de los ingleses. Acaba por desechar la interpretación militar de la patria. | Cercano a los protagonistas de la novela picaresca. El personaje contenta a todo tipo de lector y sus vaivenes de pensamiento pasan por las variadas actitudes humanas ante las guerras. Después del terror de la batalla nada mejor que explicar la manera de anularlas. El desastre le inspira el perdón porque no se puede alimentar la vida con el odio. |
Don Alonso de Cisniega |
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Protector y amo de Gabriel. Soñador exaltado hasta casi más allá del límite aceptable. Cargado de voluntad en defensa de sus principios. | Experimentado en combates navales, y avanzado en edad, es ejemplo de abnegación: no quiere renunciar a la vida activa aunque merece una jubilación tranquila. | Como el don Alonso de El Quijote ya no tiene edad para aventuras. Y como Cervantes, tiene el brazo izquierdo lesionado y no ha recibido compensación a cambio. |
Doña Francisca |
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Mujer de don Alonso, dominante y autoritaria. | Pensamiento pacifista: considera un disparate que las guerras se produzcan porque hay mejores medios para solucionar los conflictos. | Personaje realista frente al patriotismo exaltado de los demás. Se ha visto en don Alonso y doña Francisca un reflejo de los padres del escritor (militar retirado y mujer autoritaria). |
Marcial (Medio-hombre) |
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Veterano combatiente amigo de los Cisniega (perdió un ojo, un brazo y una pierna). Gran valor y humanidad. Profundamente humano y teñido de humor por sus exageraciones sin crédito y por su particular lenguaje popular rico en comparaciones ingeniosas. | Apoya el pensamiento patriótico y bélico-naval de don Alonso idealizando las situaciones y el futuro. Se expresa en defensa exagerada de los principios básicos buenos (los españoles) y malos (los ingleses). | Paralelo al personaje de Sancho Panza frente a don Quijote. Fiel, como indica su nombre, a los principios militares. Su participación mitiga la tensión de la batalla, dulcifica el relato, lo atenúa. A caballo entre la patriótica disposición bélica de don Alonso y el pacifismo práctico de doña Francisca. |
Rosita |
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Hija de don Alonso y doña Francisca. | Sin perfil especialmente marcado para que sirva de exponente de personaje idealizado en la mente de quienes se enamoran de ella. Tiene dos pretendientes: el impuesto por sus padres y el sugerido por su corazón (Rafael Malespina). | Representa a la mujer idealizada, incluso, o sobre todo, en el pensamiento del narrador. Su historia de amor se muestra deudora con la novela de folletín, pero añade Galdós un principio moral: la libertad de elección de los contrayentes. Este principio fue defendido por Moratín en El sí de las niñas, comedia de cuyo estreno se hace eco Galdós en el segundo capítulo de La corte de Carlos IV. |
Rafael Malespina |
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Oficial de artillería, novio de Rosita. Ha de separarse de ella para acudir sin vocación a la batalla. | Cumplimiento patriótico del deber. Resignado porque conoce y reconoce la superioridad de los ingleses. Comprende con realismo la situación. | Muchas personas se ven comprometidas con situaciones y opiniones que no comparten. Su temor por lo que pueda sucederle no es una muestra de escaso valor. |
José María Malespina |
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Padre del novio de Rosita. Hablador insaciable. | Junto con Marcial, contrapunto burlesco útil para suavizar la tensión. | Ejemplo de fanfarronería y mentiras imposibles de gran imaginación para los inventos. Se busca una idealización por el absurdo. |
Doña Flora de Cisniega |
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Prima de don Alonso. Vive en Cádiz. Interesada, a pesar de lo avanzado de su edad, en mostrarse bella. | Tan idealista en su ficticio mundo de coqueteo frívolo como su primo en la defensa de los valores patrióticos. | Libertad interpretativa para el lector que así quiera entenderlo: unos y otros ideales podrían sen grandes o insignificantes. |
La observación de los hechos y el tono.
Cualquier consideración histórica de la batalla habría que presentarla con una absoluta crudeza. El coste en vidas humanas fue extraordinario, y debió causar un dolor enorme entre los contemporáneos. La acción de la batalla es durísima para los barcos que fueron destruidos o naufragaron. Todo eso lo deduce el lector, sí, pero no lo sufre. Solo los grandes escritores son capaces de vestir sus historias con fidelidad a los hechos, y también con una fina ironía, irregularmente perceptible según los lectores, pero capaz de atenuar el tono melodramático que parecen exigir los hechos. Galdós se había documentado, conocía los textos de los historiadores y también el relato de un superviviente de la batalla que había sido grumete en el Santísima Trinidad. Su sólida base documental le sirve al autor para no faltar a la verdad ni en sus mínimos detalles, pero huye de todo tono dramático al ponerlos en la memoria de un hombre maduro, sosegado, curtido por la vida y melancólicamente ajeno a los dañinos resortes del bien y del mal, que rememora su infancia. Desde ahí organiza su pensamiento, que podemos sintetizar así:
¿Qué es una nación?
Pacto de ayuda entre las personas que la componen si se ven atacadas por un país extranjero.
¿Por qué hay que protegerse?
De la manera que uno protege a sus hijos o a sus propiedades de los malhechores o de los ladrones.
¿Por qué habría que hacer la guerra?
Para proteger lo que nos pertenece.
Entonces ¿Qué intereses amenazan los ingleses? ¿No tienen ellos también los suyos? ¿No son ellos también patriotas pero de su nación? ¿Puede una nación sentirse superior a otra? ¿A quién benefician las guerras? ¿Hay que venerar a un país como si fuera el único? ¿No sería mejor fomentar la cooperación entre las naciones? ¿No sería mejor fomentar la ayuda entre los individuos?
Los ingreses no dudan, tras la batalla, en prestar ayuda a los náufragos españoles supervivientes. También los gaditanos atienden por igual a todos los heridos sin distinción de nacionalidades.
Nuestra edición:
He utilizado como base para el texto de Trafalgar la edición de Julio Rodríguez Puértolas[1], que a su vez coteja la de la editorial Aguilar (1945) y el manuscrito original conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid (ms. 21.745).
Frente a aquel solo ha sido modernizada la ortografía según las exigencias de las Academias de la Lengua (Ortografía de la lengua Española, Editorial Espasa, Madrid, 1999).
He preferido entorpecer mínimamente la lectura con unas notas elementales a pie de página.
He considerado necesario añadir algunos índices para aquellos lectores interesados en el perfil biográfico de los personajes históricos, en el léxico de navegación o en las características de los barcos participantes.
Los Episodios nacionales:
de la segunda a la quinta serie
En las páginas introductorias hemos visto los caracteres generales de la Primera serie de los Episodios nacionales. Abrimos ahora un apartado en el que se repasan en mínima síntesis las otras cuatro series, indicando sus respectivos contenidos y las peculiaridades de cada una de ellas. De este modo queremos facilitar una visión conjunta del magno empeño histórico-novelesco llevado a cabo por Pérez Galdós.
Historia y ficción
Con Trafalgar, Galdós inició un ambicioso proyecto de cuarenta y seis novelas dedicadas a contar con rigor histórico, envuelto en atractiva ficción, setenta y cinco años de historia de la España del siglo XIX. Nadie antes había llevado a cabo una labor de tan hondo calado, un verdadero mundo habitado por más de dos mil personajes históricos y de ficción.
La primera mitad del siglo XIX había rendido culto a la novela histórica. La tendencia había nacido en Escocia, en la pluma de Walter Scott (1771-1832). Es España los románticos Larra y Espronceda habían ambientado algunas de sus narraciones en épocas del pasado, y hacia el medio siglo seguían apareciendo novelas históricas como El señor de Bembibre de Gil y Carrasco y Doña Urraca de Castilla de Navarro Villoslada. Pero la mayoría de aquellas narraciones tienen hoy escaso interés. Participando en esa tendencia Galdós publicó La fontana de oro (1870), que refleja la revolución liberal de 1820, y El audaz (1871), referida al reinado de Carlos IV.
También había estado de moda la novela costumbrista, corriente literaria surgida del gusto por el color local, por la nostalgia hacia la tradición en los usos y relaciones sociales. Y aunque tampoco esta tendencia logró en muchos casos rebasar altas cotas, participan de ella los Artículos de Larra y las Escenas Matritenses de Mesonero Romanos. La obra de Galdós recoge también esta usanza.
Gran éxito y difusión había tenido igualmente el folletín, también llamado novela por entregas. Eran relatos publicados por partes capaces de estimular el interés para dar continuidad a su lectura. No solo usa este procedimiento Galdós al final de novelas como en El diecinueve de marzo y el dos de mayo, sino también en capítulos intermedios para contar después lo que ha sucedido antes, o incluso en el interior de un capítulo. Son igualmente asuntos propios de la novela por entregas los amores contrariados, los raptos, los duelos, la acumulación de aventuras, los cambios bruscos de fortuna que sufren algunos personajes y los finales felices: en todo ello se inspiró el escritor.
La densa, audaz y enriquecedora aportación de Galdós a la novela histórica, con los precedentes indicados, lleva el título general de Episodios Nacionales y se empezaron a publicar en 1873, cuando el escritor tenía treinta años. La labor se extendió prácticamente a lo largo de toda su vida literaria. El último episodio, Cánovas, apareció en 1912, cuando el escritor, cansado y enfermo, contaba sesenta y nueve años. Los dividió en cinco series. Sus hiladas historias se inician en la citada batalla de Trafalgar, en 1805, y se extienden hasta el golpe de estado del General Pavía (1874) y el gobierno de Cánovas del Castillo (1880). Tiene el autor la intención de contar al tiempo historia y ficción, unidas, encajadas, de tal manera que la ficción no entorpezca la fidelidad histórica. Sus protagonistas, principales o secundarios, son testigos más o menos directos, pero siempre fieles, de los hechos históricos más señalados del siglo. La monumental obra constituye una auténtica visión nacional, un formidable entramado en el que se alza la identidad de una nación donde los protagonistas no son los españoles que prefiere el novelista, sino todos los españoles con su abanico de tendencias e ideologías. La fina sensibilidad de Galdós añade el resto.
Cada una de las series tienen una condición de novela continuada, unión que se garantiza y sustenta por medio de uno o de varios protagonistas. Dice a este respecto un estudioso de los episodios, Hinterhäuser, que «si después de varios cientos de páginas, como ocurre con frecuencia, uno de los personajes secundarios vuelve a colocarse en el campo visual del lector, éste adquiere en tales ocasiones la impresión característica de la novela cíclica, es decir, la de una profundidad cronológica y la percepción del proceso transformador del ser humano sometido a la acción del tiempo.»
La crítica valora muy positivamente las dos primeras series, y los lectores también. Se consideraran algo inferiores los episodios restantes, aunque no faltan en ellos destacados logros. La Primera serie ha sido la más publicada. Se suele destacar como acierto la perspectiva del narrador: Galdós no idealiza, ni destaca glorias pasadas, sino que cuenta las cosas como sucedieron, con sus grandezas y miserias. Se adentra en las clases desfavorecidas tanto como en las agraciadas, con la voluntad de plasmar el pueblo anónimo en torno a cada momento de los nombres propios que hicieron la historia.
La grandeza de los Episodios nacionales, en una mirada más profunda, se aloja en la plasmación y percepción de un mensaje político: el de la libertad y la tolerancia. Con delicada pericia Galdós deja plasmados inequívocos mensajes en defensa de estos principios, y también de la paz y del deseo de convivencia cordial entre las gentes. La primera serie ya ha sido comentada en la introducción, he aquí las sucesivas:
La segunda serie
La Segunda serie se extiende en el plano histórico desde el final de la guerra contra los franceses (1814) hasta el final del reinado despótico de Fernando VII (1814-1833) y la lucha política entre absolutistas y liberales (1834).
Está formada por los siguientes títulos: El equipaje del rey José (del duelo fratricida del final de este episodio se derivan todos los conflictos de esta segunda amplia historia), Memorias de un cortesano de 1815, La segunda casaca, El grande Oriente, El siete de julio, Los cien mil hijos de san Luis, El terror de 1824, Un voluntario realista, Los apostólicos y Un faccioso más y unos frailes menos, episodio en el que Galdós se despedía de los lectores y daba por concluida la empresa, aunque luego cambiará de opinión. Estas dos primeras series fueron escritas entre 1873 y 1879.
Son acontecimientos importantes la vuelta al trono de Fernando VII, su pronunciamiento contra la Constitución de 1812, la restauración del Antiguo Régimen, el derrocamiento de esta restauración en 1820, el trienio liberal y la aniquilación del mismo, y un nuevo periodo absolutista que durará hasta la muerte del rey. Madrid es escenario frecuente.
Por una parte están los privilegiados, los conformistas o los corruptos, protegidos en el patriotismo, e incluso en la religión; por otra, los resentidos y rencorosos. El personaje central, Salvador Monsalud, es símbolo de la España liberal. Para representar a la España tradicionalista se sirve Galdós de Carlos Garrote (o Carlos Navarro). Ambos son hijos de Fernando Navarro (o Fernando Garrote). Ya no tenemos protagonista omnisciente, sino personajes que hablan en primera persona; ya no son batallas contra los franceses, sino los problemas de la patria, sus contradicciones y conflictos; ya no hay guerras, sino exploración en las conciencias; en fin, ya no se da la lucha clara y heroica por la independencia, sino una batalla en busca de la identidad de los españoles encarnada en los dos protagonistas. Estos dos protagonistas son figuras simbólicas de las dos Españas que empiezan a destrozarse sin piedad. La idea liberal y progresista la encarna un hombre débil y aventurero, Monsalud, un idealista que está dispuesto a dar todo por los principios y los amigos, aunque acabará en su retiro desengañado de la política. Carlos Navarro, hombre fuerte de ideas firmes y lleno de voluntad, es una figura inhumana porque su doctrina le impide perdonar: acabará con la extraña locura de creerse Zumalacárregui.
La tercera serie
La envenenada herencia de Fernando VII será la chispa de la guerra civil objeto de la Tercera serie. Las diez novelas fueron escritas en poco más de dos años. Aunque Galdós había prometido no escribir más episodios, necesitó hacerlo para pagar los pleitos que lo llevaron a la recuperación de los derechos editoriales de su obra. El tiempo histórico se extiende desde 1834, inicio de las guerras carlistas, hasta 1846, boda y mayoría de edad de Isabel II, tras las regencias de María Cristina y de Espartero.
Los siete primeros episodios relatan las guerras carlistas: Zumalacárregui, Mendizábal, De Oñate a la Granja, Luchana, La campaña del Maestrazgo, La estafeta romántica, Vergara. Los tres últimos, Montes de Oca, Los Ayacuchos y Bodas reales se ambientan respectivamente en las dos regencias y en el inicio del reinado de Isabel II, prolegómeno de lo que será la cuarta serie.
El heroico Fernando Calpena, un desdoblamiento del autor, es el protagonista. Nos encontramos aquí el reinado de Isabel II desde la primera guerra carlista hasta la boda de la reina. Junto a algunas figuras importantes de la época y alguno de los hechos principales, Galdós da ahora más importancia a la historia civil.
Varios volúmenes son casi totalmente novelescos, recuperando el mismo esquema que en la Segunda serie mediante un hilo simbólico que el crítico Joaquín Casalduero resume así: «Dos aristocráticas damas, hermanastras, están divididas por intereses, ideas y maneras de ser. En la lucha por casar a sus hijas, gana la más simpática. El simbolismo, lejos de destacarse, desaparece bajo la rica materia novelesca, cuyo contenido consiste en recrear la historia cultural y política. Una serie de parejas nos hacen vivir el amor romántico o el amor sentimental o un amor todo peripecias con un fondo de Edad Media, que trata de dar al individualismo moderno un tono medieval. Luego ya no es el amor, sino las dificultades de dos familias para casar a su doble pareja de hijas.»
Penetra Galdós, inspirado en la técnica de la novela costumbrista, en la historia anónima, en los personajes del pueblo. El destino lleva a Calpena a ser hombre de confianza de Espartero y a intervenir de agente de paz entre los dos bandos. En busca de la paz y el orden, y asqueado de la política, se retira a ser espectador de los hechos. Los protagonistas de esta serie no se mueven por ideales políticos, sino que pululan y actúan inspirados por el romanticismo, solitarios, aislados, ajenos a la toma de posturas. La España romántica y desarraigada está perdiendo su identidad, viene a ser la conclusión, se ha vuelto loca.
A diferencia de las series anteriores, ahora ya no hay un argumento que abarque a los diez episodios; no existe un trazo unitario, sino que pasa el autor de un asunto a otro en bocetos aislados.
La crítica ha reconocido en esta serie un afán de renovación, algo experimental, de buscar el mundo psicológico, religioso y sexual, ente otros asuntos, mediante diversos ejercicios de estilo.
La cuarta serie
Se centra en todo el reinado de Isabel II desde la revolución de 1848 al destronamiento en 1868. Si nos atenemos a los problemas tratados y a los personajes tendremos que añadir a esta colección dos episodios más, los dos primeros de la quinta serie o serie final. Los últimos seis años (1862-68) coinciden ya con la propia vida del escritor en Madrid, testigo de los hechos. A la reflexión sobre los acontecimientos se añade ahora un acercamiento al pueblo, una integración social, y también empieza el autor a preguntarse qué es España como entidad, sin contar con el tiempo, como esencia, personalizada como individuo.
Forman esta tirada, de manera estricta, los siguientes títulos: Las tormentas del 48, Narváez, Los duendes de la camarilla, La revolución de julio, O’Donnell, Aita Tettauen, Carlos IV en la Rápita, La vuelta al mundo de la «Numancia», Prim, y La de los tristes destinos. El protagonismo aparece ahora más debilitado, y la importancia de la acción pasa a la vida colectiva, a la pluralidad de personajes. Entre ellos sobresalen tres: Fajardo, Santiuste y Santiago Íbero.
José Fajardo, que será Marqués de Beramendi (pierde protagonismo desde el tercer episodio), es un hombre liberal y católico que simpatiza con los ideales del pueblo, pero que no es capaz de romper con la vida burguesa. Santiuste, conocido como Confusio, protagonista desde Aita Tettauen, es un pobre menesteroso, autodidacta, que llega a ser protegido de Fajardo y empleado suyo como reportero e investigador de la historia viva, y que cae finalmente en la locura que anunciaba su desatada imaginación. Fajardo y Santiuste buscan, sin respuesta, explicaciones a las continuas contradicciones con que se encuentran, y fracasan en sus intentos de acercarse o fundirse con el pueblo español. Santiago Íbero protagoniza los dos últimos episodios. Asqueado por la tergiversación política de la revolución histórica, marchará a Francia. Los tres manifiestan el probable escepticismo en que va cayendo Galdós.
A ellos se añade, también como protagonista, la familia Ansúrez, que viaja por España, tal vez para contemplarla como si fuera el autor, más que en busca de trabajo como se dice. Los Ansúrez son una familia sin burgueses, sin aristócratas, sin gente de iglesia y sin gente del ejército, es decir esa España sin etiquetas que busca Galdós.
Este serie, la más extensa de todas, fue escrita y publicada entre 1902 y 1907.
La quinta serie o serie final
La quinta serie está formada solo por seis novelas. Ya hemos dicho que las dos primeras enlazan con la serie anterior: España sin rey, España Trágica, Amadeo I, La primera república, De Cartago a Sagunto y Cánovas. Las dos últimas se tiñen de un tono pesimista, incluso trágico. Aunque Galdós anunció la séptima (Sagasta) ésta nunca llegó.
Esta serie se centra en la historia de España entre 1868 y 1880 aproximadamente. No es, como parece, una serie incompleta (pues la última novela tiene su final), sino abierta, podría decirse, susceptible de ser continuada, por tanto inacabada. Se ambienta en la Primera república y en la Restauración hasta la muerte de Cánovas. A partir de Amadeo I la totalidad de la acción vuelve a ser narrada por un solo personaje en primera persona, Tito, o Tito Liviano, hombre menudo y enamoradizo, amigo el autor, de quien recibe el encargo de escribir la crónica de estos años, aunque no sabe bien qué narrar, o qué merece la pena ser narrado. A esta astucia y a otras parecidas añade Galdós, para la configuración de su relato, numerosos elementos irónicos y burlescos que le permiten no pocas libertades: personajes ideales o simbólicos como la Historia (doña Clío), pero también doña Gramática, doña Aritmética…
El experimentado escritor dispone de una prosa muy fluida, que casi parece hablar con el lector (Tito dice no preocuparse de las reglas). Los escribió Galdós entre 1910 y 1912, periodo en que la siguiente generación de escritores, la de 1898, había publicado sus obras más importantes. En poco se parecen estos episodios a las formas de los anteriores pues estamos ante algo nuevo y original para la novela histórica, sin antecesores y sin continuadores, en la que la propia historia dice no merecer la pena ser historiada.
Algunos críticos vieron en ellos el periodo de decadencia del escritor, aunque otros descubren, por el contrario, una ruptura con la estructura narrativa tradicional para intentar un nuevo tipo de novela.
VOCABULARIO NÁUTICO
a flor de agua: a ras de la superficie de agua.
a un largo: modo de navegar de costado, contra el viento.
abordaje: asalto de un barco con la intención de combatirlo.
alcázar: en la cubierta superior, espacio que media desde el palo mayor hasta la popa.
amantillo: cada uno de los dos cabos que sostienen horizontal la verga o palo que sirve para mantener las velas.
ánima: abertura para el cañón o para cualquier arma de fuego.
arboladura: conjunto de vergas o palos de un buque.
arnés: conjunto de armas de acero que se acomodaban al cuerpo, y por extensión armadura de hierro de los barcos.
babor: costado izquierdo de los navíos (mirando de popa a proa).
balandra: embarcación pequeña con cubierta y solo un palo.
baldeo: acción de regar las cubiertas de los buques esparciendo cubos de agua para refrescarlas o limpiarlas.
barlovento: lado de la embarcación que recibe el viento con mayor o menor inclinación.
bergantín: buque de dos palos y vela cuadrada o redonda.
bizcocho: pan especialmente preparado con salvado y sin levadura, para prolongar su conservación. Resistente a la humedad.
bomba máquina para elevar el agua e impulsarla en una dirección determinada.
botafuego: varilla de madera en cuyo extremo se transporta la llama para pegar fuego, desde cierta distancia, a las piezas de artillería.
braza: cabo del que se tira para hacer girar a las vergas (palos que sostienen las velas), o para mantenerlas fijas.
brigadier: categoría en el mando de un barco superior a la de contralmirante.
burda: cabo que sujeta a los palos de las pequeñas velas situadas en lo más alto de los mástiles.
cabrestante: torno vertical que se emplea para mover grandes pesos por medio de un cable que se va arrollando en él.
cangreja: vela de forma trapezoidal que se despliega en la popa.
carena: parte del casco de un barco situada bajo la línea de flotación. La limpieza de la carena es una tarea exigente por las algas y los moluscos que se adhieren a ella.
cargar las velas: plagar las velas.
castillo: parte de la cubierta más alta que el resto en la que se sitúa la tripulación.
cebar: cargar con materia explosiva un cañón.
chapapote: ungüento para impermeabilizar el casco y sellar las grietas.
chinchorro: bote pequeño a bordo de un buque.
cofa: plataforma ajustada a la parte alta del palo de un barco para vigilar desde ella.
combés: espacio en la cubierta superior desde el palo mayor hasta el castillo de proa.
comodoro: capitán de navío que manda más de tres buques, según la terminología y gradación inglesa también adoptada por otros países. Usada como sinónimo de capitán.
corbeta: barco de guerra con tres palos y velas cuadradas.
coy: hamaca que sirve de cama a los marineros formada por lonas rectangulares colgadas por los extremos.
cuadernas: piezas onduladas que, encajadas en la quilla o pieza de madera que va de la parte anterior a la posterior de un barco, constituyen el armazón.
desarbolado: se dice del barco que ha perdido sus mástiles.
desfondar: penetrar agua en el fondo de una nave.
driza: cuerda o cabo con que se izan y arrían las vergas, y también el que sirve para izar otras velas.
enarbolar: alzar, subir.
escotilla: aberturas en las diversas cubiertas para el servicio de una embarcación.
estay (plural: estais): cabo que sujeta la cabeza de un mástil al pie del más inmediato, para impedir que caiga hacia la popa.
estribor: costado derecho (mirando de popa a proa).
fondear: anclar.
fragata: navío de tres palos, velas cuadradas y una sola cubierta.
gavia: vela que se coloca en el palo mayor de las naves.
grumete: aprendiz de marinero
jarcia: conjunto de cuerdas utilizadas para sujetar los palos y manejar las velas.
lastre: peso que se carga en el fondo de un barco para que se hunda lo necesario y no vuelque.
leva: reclutamiento o enganche de gente para el servicio militar.
levar: recoger anclas para iniciar una travesía.
mascarón de proa: figura colocada como adorno en parte visible de la proa.
mastelero: palo menor que se sitúa sobre cada palo mayor para sostener la vela.
mesana: palo o mástil que está más a popa en el buque de tres palos.
molinete: torno que en este caso facilita la recogida de las gruesas cuerdas que elevan el ancla.
motón: garrucha de diversas formas y tamaños por donde pasan las cuerdas que atan las velas.
mura (o amura): parte del navío que comienza a estrecharse para formar la proa o parte posterior.
obenque: cada uno de los cabos gruesos que sujetan la cabeza de un palo o de un mastelero a la plataforma que se coloca en los costados de los buques, frente a cada uno de los tres palos principales.
orzar: inclinar la proa hacia la parte de donde viene el viento.
pabellón: bandera.
palo de mesana: mástil más cercano a la popa.
palo de trinquete: mástil más cercano a la proa.
pañol: cualquiera de los compartimientos que se hacen en diversos lugares del buque para guardar víveres, municiones, armamento, herramientas…
penol: punta o extremo de los palos transversales o vergas.
pie: unidad de medida de longitud que equivale a unos treinta centímetros.
pontón: buque amarrado a un puerto que sirve de almacén, de hospital o de depósito de prisioneros.
popa: parte posterior de las embarcaciones.
proa: parte delantera de los navíos, con la cual corta las aguas.
puente: cubierta.
quilla: pieza de madera que va de popa a proa por la parte inferior del barco y en que se asienta toda su armazón.
rizar las velas: recoger las velas para disminuir la superficie que queda expuesta al aire.
sentina: cavidad inferior de la nave; está sobre la quilla y en ella se acumulan las aguas que, de diferentes procedencias, se filtran por los costados y cubierta del buque, de donde son expulsadas después por las bombas.
serviola: madero grueso que sobresale en un lado del buque para realizar algunas funciones con las cuerdas o con las anclas. Suele haber dos serviolas, una para cada ancla.
sollado: uno de los pisos o cubiertas inferiores del buque, en el cual se suelen instalar alojamientos y pañoles.
sotavento: lado de la embarcación opuesto al que recibe el viento.
verga: palo atravesado en el mástil de donde cuelga la vela.
viento en popa: sopla hacia el mismo punto a que se dirige el buque.
virar: girar o cambiar de rumbo un buque.
zafarrancho: acción y efecto de desembarazar una parte de la embarcación, para dejarla dispuesta a determinada faena. “Zafarrancho de combate” son los preparativos necesarios en el barco antes de entrar en combate.
zozobrar: naufragar, hundirse.
ÍNDICE ANOTADO DE PERSONAJES HISTÓRICOS
Álava, Ignacio María de ( ¿ – 1817) fue vicealmirante de la Armada española en la batalla de Trafalgar. Contaba con amplia hoja de servicios: operaciones contra el corso berberisco, campaña del bloqueo de Gibraltar, combate del cabo Espartel (1781-1782), mando de la fragata Sabina. En 1795 tomó el mando de una escuadra destinada a dar la vuelta al mundo. En Manila organizó las fuerzas navales de Filipinas. En 1803 regresó a Cádiz en 1803 y ascendió a Teniente General. En 1805 fue nombrado segundo jefe de la escuadra de Gravina. En la batalla de Trafalgar mandaba la vanguardia, con siete barcos, a bordo del Santa Ana. Apresada la nave, dirigió la sublevación de los prisioneros españoles y liberó al buque. Muerto Gravina, quedó al mando de la escuadra. En 1810 se hizo cargo del apostadero de La Habana y regresó a Cádiz en 1812 como capitán general del departamento. En 1814 pasó al Consejo Supremo del Almirantazgo. En 1817 fue nombrado capitán general de la Armada.
Alcalá Galiano, Dionisio (Cabra, Córdoba, en 1762 – Trafalgar, 1805) participó en diversas expediciones científicas por el Atlántico, Pacífico y Mediterráneo. Coautor del Atlas marino de España, Islas Azores y adyacentes (1785-1788). Como miembro de la expedición de Malaspina (véase en este índice) que en 1792 dio la vuelta al mundo, colaboró en la confección de cartas marinas y en la clasificación de diverso material botánico y zoológico de Sudamérica. Mandó el navío Bahama con el que hizo viaje a Nápoles para traer a España a la princesa María Luisa de Parma. Vuelto a Barcelona, viajó de nuevo a Nápoles, donde tomó el mando de la fragata Soledad para llevar a cabo el levantamiento hidrográfico (1804). Volvió a tomar el mando del Bahama como brigadier de la Armada española y murió en combate a consecuencia de una herida en la cabeza.
Aranda, Conde de. Pedro Pablo Abarca de Bolea (Huesca, 1719 – Zaragoza, 1798) desarrolló como militar la primera parte de su carrera y llegó a Capitán general de la región de Valencia y Murcia. Fue embajador en Lisboa, Polonia y París. Su protagonismo político en el reinado de Carlos III tuvo gran peso. El nuevo rey Carlos IV, lo nombró primer ministro en febrero de 1792, pero lo depuso en noviembre para dar paso a quien en el fondo ya tenía ya el poder, Godoy. Fue desterrado el anciano Aranda a Jaén y otros confinamientos. Su carrera había acabado.
Bonaparte, Napoleón (Córcega, 1769 – Isla de Santa Elena, 1821). Aupado por su padre, destaca rápidamente como militar y como estratega. Su reputación se inicia ya en la reconquista de Tolón. Asciende a general con solo veinticuatro años. Triunfó primero en las campañas de Italia proporcionando a su país territorios y riquezas. En 1798 dirigió una expedición a Egipto, y conquistó el país, pero su flota fue destruida por el almirante británico Nelson. De regreso a Francia consigue en pocos años y rápidas acciones (conspiración contra el gobierno, victoria frente a los austriacos) proclamarse Emperador en 1804. Sus campañas europeas se dirigen hacia todos los frentes, pero su gran enemigo es Inglaterra, a quien intenta aislar.
En este primer Episodio nacional, el personaje de ficción doña Francisca lo recuerda como Primer Cónsul. Tras lograr la abdicación de Fernando VII en Bayona, e invadir el país, nombró a su hermano José rey de España, pero los levantamientos populares contra la invasión (relatados en El 19 de marzo y el 2 de mayo), inician la guerra de la independencia. Alguna gran victoria de las tropas españolas (narradas en el episodio Bailén) fuerzan al Emperador a trasladarse a España para poner orden (Napoleón en Chamartín). La guerra se prolongó durante cinco años. Y aunque los franceses obtienen algunos éxitos más (Zaragoza, Gerona), el conflicto se muestra muy dañino por el desgaste humano (se han estimado unas trescientas mil bajas), y económico de las fuerzas napoleónicas, hostigadas con dureza por las luchas de guerrillas (Juan Martín, el Empecinado). Las huestes españolas, ayudadas por los ingleses, vencen definitivamente a Napoleón (La batalla de los Arapiles). Poco después viviría también su fracaso en el frente ruso.
Burke, Edmund (1729-1797). Estadista y filósofo político británico famoso tanto por su brillante oratoria como por su crítica de la Revolución francesa. Aunque nunca llegó a hacer una formulación global de su pensamiento, sus ideas se convirtieron en la base del conservadurismo político británico moderno.
Butón, Alonso. Guardiamarina del Bahama y pariente de Alcalá Galiano.
Calder, Robert (1745-1818). Almirante inglés que había hostigado duramente a los españoles en dos acciones: el combate del cabo de San Vicente en 1797 y el bloqueo de los puertos de La Coruña y El Ferrol en 1805.
Carlos IV (Nápoles, 1748 – Roma, 1819), hijo de Carlos III y Maria Amalia de Sajonia, contrajo matrimonio a los diecisiete años con María Luisa de Parma, pero no llegó al trono hasta los cuarenta años, a la muerte de su padre (1788). Las circunstancias que le tocaron vivir desbordaron su capacidad de decisión. A partir de 1792 Manuel Godoy, encumbrado desde su secretaría de estado hasta el cargo de primer ministro, dominó el panorama político español, muy unido a los acontecimientos de la Francia revolucionaria surgidos a partir de 1793 con el ajusticiamiento de Luis XVI. Aunque en 1801 Godoy se alejó de la amistad con Francia, ya en manos de Napoleón Bonaparte, en 1804 la aparición de las fracciones partidarias de Fernando VII lo fuerzan a acercarse de nuevo. Lucha contra los ingleses en Trafalgar (1805) y cosecha un durísimo fracaso que habría de condicionar el motín de Aranjuez (1808), seguido de la abdicación de Carlos IV a favor de su hijo Fernando. Del cambio político da testimonio Galdós en La corte de Carlos IV y en El 19 de marzo y el 2 de mayo. El 6 de mayo de 1808 Fernando VII, forzado por la presencia de tropas francesas en España, abdica a su vez a favor de Napoleón. Aunque Fernando VII recuperó el trono de España, nunca se atrevió a traer a sus padres del exilio, donde murieron, por temor a lo que en su contra hubieran podido tejer sus enemigos liberales.
Cisneros ver Hidalgo de Cisneros.
Collingwood, Cuthbert (1748 – 1810). Almirante inglés en cuya hoja de servicios figuran, entre otras menores, las siguientes acciones: teniente del Sloop Hornet en las Indias Occidentales (donde inicia una estrecha relación con Nelson), participación al inicio de las guerras napoleónicas en la victoria del glorioso primero de junio, combate de cabo de San Vicente a bordo del Excellent en 1797, bloqueo de Brest en 1803 (donde permaneció hasta mayo de 1805). En la batalla de Trafalgar mandó la segunda columna a bordo del Royal Sovereign. A la muerte de Nelson se hizo cargo de la escuadra del Mediterráneo. Ambos fueron considerado héroes nacionales por sus contemporáneos.
Conwallis, Charles (1738 –1805). General inglés, virrey de Irlanda y gobernador general de la India.
Córdova, Antonio de (tradicionalmente escrito con v) dirigió la expedición al estrecho de Magallanes (1792) y participó en el ataque a Tolón y en el combate al cabo de San Vicente, donde su actuación fue criticada. En Trafalgar estuvo a bordo del Santa María de la Cabeza.
Cosmao. Capitán de navío que participó en Trafalgar como comandante del Pluton.
Crillón, Duque de (1717-1796). Marino francés al servicio de España desde 1762. Tenía una brillante hoja de servicios por su éxito en la recuperación de la isla de Menorca de manos de los ingleses. Atacó Gibraltar en 1782 con la intención de conquistar también el enclave, pero fracasó.
Churruca de Elorza, Cosme Damián (Métrico, Guipúzcoa, 1761 – Trafalgar, 1805). Almirante español que participó en expediciones científicas para la realización de cartas marinas como la de las costas de América del Norte, y también en el asedio naval a Gibraltar en 1782. Intervino durante dos años y medio en trabajos hidrográficos para la reforma del atlas marítimo de la América septentrional (Antillas de Barlovento), que se publicaron en 1802 con gran aceptación en Europa y con el título de Cartas esféricas de las Antillas y Apéndice al primer viaje de Magallanes, diario personal de su expedición a dicho estrecho. Visitó París y fue recibido por Napoleón. Jefe de la división española de la escuadra combinada (francesa y española) de Trafalgar (1805) al mando del barco San Juan Nepomuceno. Murió aquí como consecuencia de una bala de cañón que le cercenó una pierna.
Dumanoir. Almirante francés, comandante del Formidable en Trafalgar.
Escaño, Antonio de (1750-1814). Almirante español al mando del Príncipe de Asturias, a bordo del cual se encontraba Gravina. Luego fue diputado en las Cortes de Cádiz y Ministro de Marina. Vuelve a aparecer también como personaje histórico en el octavo episodio de la Primera serie, Cádiz.
Godoy Álvarez de Faria, Manuel (Badajoz, 1767 – París, 1851). Primer ministro durante el reinado de Carlos IV. El favor de los monarcas, en particular de la reina María Luisa de Parma que se sintió especialmente atraída hacia él, determinó su brillante y acelerada carrera. Por la firma de la Paz de Basilea con Francia (julio de 1795), tras dos años de guerra, recibió el título de Príncipe de la paz. La política exterior española quedó vinculada a los intereses franceses. Por el Tratado de San Ildefonso (1796) el Directorio francés dispuso de la flota española para luchar contra Gran Bretaña. La consecuencia más dramática fue la derrota de la Armada española en el cabo de San Vicente (1797) y el desastre de Trafalgar (1805). Los partidarios del príncipe Fernando (futuro Fernando VII) prepararon una conspiración (motín de El Escorial de 1807 novelado en La Corte de Carlos IV), pero su definitiva caída se produjo como resultado del motín de Aranjuez, el 18 de marzo de 1808 (también novelado en El 19 de marzo y el 2 de mayo). Después acompañó a los reyes en su exilio.
Gravina y Nápoli, Federico Carlos (Palermo, Sicilia, 1756 – Cádiz, 1806). Almirante español nacido en el seno de una familia de la Grandeza de España. Participó en la expedición a América contra los portugueses para conquistar la isla de Santa Catalina y la colonia de Sacramento. Estuvo en el bloqueo de Gibraltar (1779) y en la recuperación de Menorca (1781-1782). Como capitán de navío, intervino en expediciones contra la piratería argelina (1785) y en la evacuación de Orán (1793). Ascendió a teniente general y Godoy lo nombró embajador en Francia (1804). En Trafalgar (1805) mandó, desde el barco Príncipe de Asturias, la reserva de la escuadra combinada, con doce barcos. Fue herido en un brazo que se gangrenó, y le causó la muerte.
Hidalgo de Cisneros, Baltasar (1755-1829). Contralmirante de la Armada española que participó en numerosas acciones: Argel (1783), guerra contra Francia entre 1790 y 1795; como comandante del navío San Pablo contribuyó a evitar el apresamiento del Santísima Trinidad en el combate de San Vicente (1797). En Trafalgar resultó herido y fue hecho prisionero al irse a pique su barco. Ascendido a teniente general, se trasladó a Cartagena. En 1809, nombrado virrey de Buenos Aires, hizo frente a los independentistas del Río de la Plata. Al año siguiente fue arrestado y conducido de nuevo a Europa. De vuelta a Cádiz desempeñó los cargos de vocal de la Regencia (1812), capitán general del Departamento de Cádiz (1813), ministro de Marina (1818) y, después de varias vicisitudes, capitán general del Departamento de Cartagena (1823), donde falleció. Reaparece en Memorias de un cortesano de 1815, segunda novela de la segunda serie de los Episodios nacionales.
Jerwis (1734-1823). Almirante inglés jefe de la escuadra inglesa del Mediterráneo. En 1793 dirigió la operación que había servido para apoderarse de parte de la Martinica francesa. El recuerdo de la escuadra española derrotada por la inglesa por él dirigida en 1797 en el cabo de San Vicente se convierte en una constante triste en la memoria de don Alonso.
Jorge III (1738-1820). Rey de Gran Bretaña e Irlanda (1760-1820). Encontró un firme respaldo del primer ministro Frederick North, que ocupó el cargo desde 1770 hasta 1782. Durante ese periodo tuvo lugar la guerra de la Independencia estadounidense y se perdieron las colonias británicas en Norteamérica. Lord Nord tuvo que dimitir. La posterior crisis gubernamental, en la que tres gabinetes distintos gobernaron el país en menos de tres años, hizo que se barajara incluso la posibilidad de que el Rey abdicase. Tras este periodo tomó la arriesgada decisión de situar al frente del gobierno a un joven de veinticuatro años, William Pitt, con quien la nación recuperó una estabilidad que se mantuvo durante el resto del siglo.
Magon. Almirante francés que participó en Trafalgar como comandante del Algeciras.
Maistral. Capitán de navío que participó en Trafalgar como comandante del Neptune.
Malaspina, Alejandro (1754-1809). Famoso marino italiano al servicio de España que llevó a cabo un viaje alrededor del mundo en 1872. Su expedición se relata en Viaje político-científico alrededor del mundo… Cayó en desgracia ante Godoy, quien le hizo encarcelar. Por fin, y gracias a la intercesión de Napoleón, pudo volver a Italia.
Nelson, Horatio (Norfolk, Inglaterra, 1758 – Trafalgar, 1805). Almirante inglés de brillante historial, con una amplia y honorable hoja de servicios: viaje a las Indias occidentales en un mercante; expedición al Ártico en busca del paso del Nordeste; viaje a las indias orientales en 1773 embarcado en el Seahorse, una fragata de veinticuatro cañones; expedición dirigida a conquistar los fuertes españoles del río San Juan y el lago Nicaragua en 1780; conquista de la isla de Córcega en 1794 (allí perdió la vista de su ojo derecho); batalla del cabo de San Vicente de 1797; fracasado intento de conquista de Santa Cruz de Tenerife (donde perdió el brazo), y numerosas escaramuzas por el Mediterráneo, casi siempre contra los franceses. La regularidad de sus victorias lo convirtieron en un experimentado estratega naval muy temido por sus enemigos. En 1801 atacó Copenhague. En 1802-1803 pasó dieciocho meses en Merton Hall (Surrey) con lady Hamilton, su amante, e interrumpió su idilio para tomar parte, con el Victory, en el bloqueo de Tolón. Encontró la muerte a bordo del mismo navío en el combate de Trafalgar, a media tarde, aunque había sido herido al principio de la batalla. Un marinero francés le acertó en la espalda con una bala de mosquete.
North, Frederick (1732-1792). Político británico durante casi cuarenta años miembro de la Cámara de los Comunes y luego primer ministro, cargo que estuvo subordinado a los deseos del rey Jorge III.
Pitt, William (1759-1806). Primer ministro de Gran Bretaña en dos periodos, 1783-1801 y 1804-1806, y principal dirigente del Estado durante la lucha contra la Francia revolucionaria. Llamado Pitt el Joven, fue considerado excelente administrador porque consiguió aumentar los ingresos del Estado, disminuir el gasto público, consolidar las cuentas e iniciar una reducción sistemática de la deuda nacional. En lo relativo a la política exterior, recuperó el prestigio de Gran Bretaña en Europa y firmó un ventajoso acuerdo comercial con Francia.
Prigny. Capitán de navío, participó en Trafalgar como comandante del Bucentaure.
Ricardos, Antonio (1727–1794). General jefe del ejército español durante la guerra del Rosellón.
Ruiz de Apodaca, Juan (1754-1835). Virrey de Nueva España (1816-1821) y más tarde capitán general de la Armada.
Solano. Capitán de fragata que después del combate de Trafalgar salió de Cádiz a bordo del navío Elcano para auxiliar a los navío españoles en peligro.
Unión, Conde de la. Sucedió al general Ricardos en la guerra del Rosellón.
Uriarte, Francisco Javier (1753-1842). Experimentado marino que había participado en diversas expediciones: estrecho de Magallanes, ataques contra Argel y Tolón… En Trafalgar puso fuera de combate al mismo Victory del almirante Nelson, luego fue herido y hecho prisionero. Por sus méritos ascendió a Capitán General de la Armada.
Valdés y Flores Bazán, Cayetano (1767 – 1835). Almirante español que participó en numerosas acciones navales: expedición de Malaspina (1789-1794), combate de San Vicente (14 de febrero de 1797), bloqueo de Cádiz por los británicos (1797-1799), y expedición combinada hispano-francesa que salió de Brest para sofocar la rebelión de Santo Domingo. En Trafalgar cayó gravemente herido y luego fue apresado. A su regreso a Cádiz ascendió a Jefe de escuadra y se hizo cargo de la de Cartagena, que trasladó a Mahón para evitar que cayera en poder de Francia (1808). Declarada la guerra de la Independencia, pasó al Ejercito y, al mando de una división de las fuerzas de Blake, se encontró en la batalla de Espinosa de los Monteros. En 1809 ascendió a teniente general y recibió el cargo de capitán general de Cádiz. Al regreso de Fernando VII, fue confinado al castillo de Alicante por no aceptar el absolutismo, pero en 1820 pudo ser repuesto en su destino de Cádiz. Diputado a Cortes en 1822-1823, resistió al ejército del duque de Angulema que pretendió y logró reestablecer el absolutismo en España. Fue condenado a muerte, pero pasó a Gibraltar en 1823 y de allí a Inglaterra, donde se exilió hasta 1833, fecha en que la reina Isabel II le devolvió el mando del Departamento de Cádiz y lo nombró capitán general de la Armada. Aparece brevemente en el sexto episodio de la segunda serie de los Episodios Nacionales, Los cien mil hijos de San Luis, al mando de la falúa en que Fernando VII llega al Puerto de Santa María para recuperar su poder absoluto.
Villeneuve, Pierre Charles (1763-1806). Almirante francés que contaba casi con tantas empresas navales como fracasos (La Martinica, Finisterre… ) antes de fracasar también en Trafalgar al mando de la escuadra franco-española y a bordo del Bucentaure. Los españoles lo miraban mal y sus propios oficiales franceses le tenían poco aprecio. Fue apresado por los ingleses y una vez liberado, en un intercambio de prisioneros, se suicidó en Rennes cuando se dirigía a París para rendir cuentas a Napoleón. Otras versiones cuentan que pudo haber sido asesinado por orden del emperador. Parece ser que dejó escrito a su esposa: “Cuán afortunado soy por no tener un hijo que deba llevar la carga de mi nombre como su terrible herencia.”
Villiegris. Capitán de navío, participó en Trafalgar como comandante del Mont-Blanc.
[1] Ed. Cátedra, Madrid, 1983